Es la primera lección que me enseñó la dislexia de Ángel. También es el lema de este blog.
Menos es más está relacionado con la idea de desaprender, pararse, desandar el camino y desprenderse. Y es una lección imprescindible de saber, para luego poder avanzar de forma ligera y firme.
El primer reto al que tuvimos que hacer frente cuando comenzamos a caminar, en nuestra recién estrenada «vida disléxica», fue desaprender las posturas que Ángel adoptaba cuando se sentaba a hacer los deberes. No lo teníamos fácil, Ángel, con sus seis años, se resistía a coger el lápiz para escribir (ni te cuento su resistencia a coger la cuchara para comer). Siempre tenía los brazos extendidos a lo largo del cuerpo y no había manera humana de que los subiera a la mesa y cogiera el lápiz. En cada situación, te contaba mil cosas a ver si conseguía distraerte y así no enfrentarse a escribir. Al fin y al cabo ya no le quedaba más remedio, y lo hacía con tanta tensión que con el tiempo llegó a tener contracturado el trapecio derecho.
Esta lección de menos es más, la aprendimos gracias a Miguel Tello, el oftometrista de Ángel, a quien siempre estaré eternamente agradecida por sus sabios consejos. Aquí, me detengo a hacer hincapié en que es imprescindible creer en el profesional al que acudes.
Y lo repito, es totalmente imprescindible creer en ellos, confiar y hacer lo que te dicen que hagas, y hacerlo al pie de la letra, y además todas las veces que te lo dicen.
Parece obvio, pero aquí está el secreto de que Ángel a sus 14 años y disléxico perdido, comenzará a volar solo.
Además, haciendo los ejercicios de la terapia optométrica neurocognitiva, todos los días durante diez minutos, no teníamos NADA que perder y sobre todo era indoloro.
Como menos es más, seguro que ganábamos algo.
Con pleno conocimiento de lo que decía, Miguel me advirtió «no vas a notar ninguna mejoría en meses, ninguna, pero, por favor, continúa, no lo dejes».
Y así lo hicimos, no dejamos de hacer ningún día los ejercicios de terapia visual cuyo objetivo era, entre otros, conseguir la convergencia en la mirada y la lateralización correcta del ojo. Volvíamos de nuevo a consulta sólo cuando Ángel hacía los ejercicios fácilmente, y sí ya los había integrado, nos prescribía unos nuevos. Seguimos así dos años, y ya se notaba una gran mejoría. Ángel estaba aprendiendo a compensar la dislexia.
Gracias eternas, Miguel Tello, por esta magnífica lección, de menos es más.
Cuéntame que has tenido que desaprender; si lo has conseguido y como fue.
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