No hay dos disléxicos iguales y no todos desarrollan los mismos dones, pero comparten, como dice Ronald D. Davis en «El don de la dislexia», OCHO HABILIDADES BÁSICAS :
1.- Pueden usar su don mental para alterar o crear percepciones.
2.- Son altamente conscientes de su entorno
3.- Son más curiosos que el promedio de la gente.
4.- Piensan más con imágenes que con palabras.
5.- Son altamente intuitivos y perspicaces.
6.- Piensan y perciben multidimensionalmente (es decir, usando todos los sentidos).
7.- Pueden experimentar el pensamiento como realidad.
8.- Tienen una gran imaginación.
Y añade, si estas ocho habilidades básicas no son suprimidas, anuladas o destruidas por los padres o por el proceso educativo, darán como resultado dos características: inteligencia más alta de lo normal y extraordinaria capacidad creativa. A partir de estas ocho habilidades, puede, y repito, puede, emerger el genuino DON de la dislexia.
Uno de mis momentos favoritos es enumerar a disléxicos talentosos, así para Albert Einstein, Graham Bell, Thomas Edison, Wright Brothers, Isaac Newton o Luz Rello, su Don estuvo en la ciencia, investigación e invención; para Walt Disney, Steven Speilberg, Quetin Tarrantino, en el cine; para Pablo Picasso, Leonardo da Vinci, Auguste Rodin, Andy Warhol, en el arte; para Winston Churchill, Benjamín Franklin, John F. Kennedy, George Washington, en la política; Marlon Brando, Orlando Bloom, Johnny Deep, Keira Knightley, Fred Astaire, River Phoenix, Robin Williams, Harrison Ford, Whoopi Goldberg y muchos más, en la interpretación; para Magic Jonhson, Carl Lewis, Muhammad Ali, Sir Steve Redgrave, en el deporte; para Richard Branson, Will Gates, Steve Jobs, Ted Turner, en el liderazgo de empresas y negocios; y, para Beethoven, Mozart, Cher, John Lennon, Pau Donés en la composición, en la música y en el canto…
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Einstein explicaba que había sido crucial para concebir la teoría de la relatividad su capacidad de visualizar «lo que sería viajar en la punta de un rayo de luz», por eso, a los demás nos puede resultar tan difícil comprenderla porque no somos capaces de imaginarnos lo que si hizo él.
¡Menuda responsabilidad tenemos padres y educadores!, a quienes, como dijo John Muir, «nos han enseñado que hacernos adultos equivale a renunciar a nuestras ilusiones…sin entender que la ilusión es una de las cosas que mueve el mundo, cuando el poder de la imaginación nos hace infinitos».
Viviendo la infancia de mis hijos recuperé la mía, y con ella a mi niña interior, ya decía el Principito: «Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerden».
La imaginación de mi hijo pequeño le hacia vivir en su propio mundo, y él la experimentaba como su realidad. Soñó con ser… de todo, y una larga temporada fue granjero.
En su diario , el 10 de octubre de 2005, escribió:
Mabos ha cer una granja en la fica con animales y llo tender qe ir los sabados y miercoles y aora voiai al parque pirmabera apatinar en unas rampas que algunos hacen barbaridades con el monopatin.
(Nota: Los espectaculares rasgos disléxicos de la primera parte se superan como por arte de magia en la segunda).
En su granja tenía todo previsto: lo primero llamó a su abuela para ver si le dejaba la finca en el campo para montar su granja. Conseguido el permiso sin dificultades (se trataba de una granja invisible), pasaba ratos y ratos ideando como iba ser, las tareas que tendríamos cada uno: Su hermana se ocuparía de Nano y de los demás perros. Su padre cuidaría de los animales: gallinas, conejos, y a mí me responsabilizaba de la cocina y del jardín… Él, como era el jefe, se ocupaba de los caballos, entre ellos, el suyo, Castaña, y mi yegua que era una appaloosa, y la bautizamos Lluvia. Y convencido, escribía en su diario que «él» tendría que ir los sábados y los miércoles a dar vuelta…
Castaña, fue su caballo desde que a sus dos años y medio lo montó por primera vez, también desde aquel verano en Camprodón mi hijo en su imaginación solo calzó durante años «botas de montaña» para poder montar su caballo. Lo vivía tan intensamente que en la guardería sólo se ponía los zapatos cuando su profe se autocorregía y le pedía : «¡Ah! …perdona, Angelito. Tú, las botas de montaña».
Además de su caballo, Castaña, mi hijo llegó a tener siete hermanos. Cuando conoció al hermano mayor de su amigo Marcos, quedó fascinado con el hecho de tener un hermano mayor y, además varón. Lo solucionó rápido sacándose de la chistera un hermano imaginario que se llamaba Rafa, y que además tenía 13 años, los mismos que el hermano de su amigo. Tras ver una película de los Cinco, el mayor de aquella pandilla, Julián, le deslumbró. Ya tenía dos hermanos imaginarios. En otro episodio, Dick fue muy valiente, de manera que a los días ya hablaba de su hermano, Dick. Cuando le preguntaba: ¿pero no era Julián tu hermano?, me respondía muy serio: » Sí , mamá , y Dick también». Llegó a tener siete hermanos. Mi suerte era que vivían con su madre en la casa entrando a la derecha del parque Grande que mis hijos llamaron «Parque Primavera». Muchas mañanas se levantaba quejoso de que no le llevaba a ver a sus hermanos y protestaba…
Todo lo arreglaba gracias a que sus hermanos tenían una solución para todos los problemas. Tener hermanos imaginarios le hacía sentir seguro y feliz. Llegó a hablar de sus hermanos con tal naturalidad que incluso sus compañeros del cole me preguntaban si era verdad que Ángel tenía siete hermanos. Nunca le puse en evidencia y salía del compromiso con un escueto: ¡Ah !, ¿os ha contado Ángel? cosas de ellos….», como dio Inmanuel Kant:
«La felicidad no brota de la razón sino de la imaginación», y es que imaginar nos hace vivir más felices.
Y tú , cuéntame que te imaginabas cuándo niño o que se imaginan los tuyos.
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