Foto cedida por Olga Sola Ferres
Durante mi primer embarazo mi madre me regaló el libro No hay padres perfectos de Bruno Bettelheim en el que encontré el significado de la magia de la Navidad.
El autor entendía las festividades como acontecimientos mágicos: los cumpleaños, la Navidad, el día de Reyes, la Pascua, el Ratoncito Pérez, Halloween…(Estoy segura que si fuese español también hubiese incluido el día de los inocentes -en el que de niña disfruté de lo lindo con mi hermana haciendo bromas a los adultos, sin que se pudieran enfadar-) porque ¿Qué puede haber más mágico que el nacimiento de un niño, el despertar de la naturaleza cada año, o sencillamente, qué ofrece más magia a cualquier ser humano que la oportunidad de empezar de nuevo?
Bettelheim recordaba en el capítulo que dedicaba a los días mágicos, el origen de uno de los símbolos de la Navidad: el día de solsticio de invierno los paganos encendían grandes hogueras en las cimas de las montañas invocando al Sol para que se alejara la oscuridad, los días alargaran y la Tierra comenzara a calentarse. Un vestigio de esta costumbre en la época precristiana fue quemar el tronco de Navidad. Este ritual ha llegado a nosotros, por eso encendemos el árbol de Navidad, ponemos velas en mesas y ventanas, iluminamos escaparates, calles y ciudades de manera especial.
Bettelheim explicaba la etimología de la palabra hebrea chag (fiesta) proviene de chug (bailar en círculo). Leerlo me llevó a las Nochebuenas de mi infancia cuando después de cenar, con mi abuela a la cabeza, mi hermana y yo dábamos vueltas por la casa, cantando villancicos y tocando panderetas.
Imagen sacada de la película Fanny & Alexander, de Ingmar Bergman cuya celebración de la Navidad merece una visita especial.
Seguimos celebrando la Navidad con el ritual de sentarnos toda la familia alrededor de la mesa engalanada y rebosante de comida. Aquí Bettelheim va más allá, y asegura que celebrando de esta forma la Navidad, se cubren dos de las mayores necesidades del ser humano: la alimentación y la necesidad de protección frente al abandono. En esta sociedad de la abundancia los niños pasan poca hambre, quizá alguna vez notarán el aguijón del hambre, pero sí saben del abandono temporal cuando sus padres no están con ellos. Así la reunión del clan en un ambiente distendido y familiar les hace sentirse miembro de un grupo, más allá de sus padres, sintiendo su protección.
Y la magia de la Navidad reside en que ese sentimiento de seguridad lo conserve intacto cuando más lo necesite.
Y lo ilustraba contando esta bella historia que vivió Stefe Pedersen guiando un grupo de refugiados, que huían de los nazis en pleno invierno a través de las montañas noruegas. Sólo llevaban la ropa que llevaban puesta, habían tenido que abandonar casi todo. Al terminar las escasas provisiones, Pedersen rebuscó por casualidad en la mochila de un niño, y encontró una estrellita del árbol de Navidad, al cruzar su mirada con la del niño, sin decir nada, la volvió a guardar. Pero se quedo intrigada y examinó las de los otros niños, y encontró: estrellas y campanas de cartón cubiertas de purpurina para adornar el árbol de Navidad, y dedujo que llevaban consigo símbolos de un pasado feliz:
en su viaje hacia la nada aquellas baratijas del árbol de Navidad mitigaban su sensación de soledad e impotencia con la esperanza de volverlo a vivir otra vez .
Éste es el sentido más hondo y tranquilizador que la celebración de la Navidad tiene para un niño: un recuerdo que le sostiene en circunstancias adversas.
Los padres debemos organizar una Navidad especialmente mágica para disfrutarla con ellos, que su celebración sea un acontecimiento feliz que guarden en su corazón.
¿Lo has conseguido esta Navidad? ¿Se convirtió en un día mágico?
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10 Comments
Mi padre me regaló el libro de Abrázame mamá cuando nació José Carlos y todavía lo tengo en la mesilla.
Me he prometido a mi misma besar yabrazar a mis hijos todos los días de mi vida.
En esta Nochebuena, aunque el ambiente no haya sido el más caluroso mis hijos han estado cantando con mucha alegría. He llegado a pensar que los niños son felices por naturaleza.
Aunque haya situaciones que les pueda borrar la sonrisa.
Es que hay regalos que son para siempre. Qué promesa más bonita, Laura!!!Me encanta. Abrazo inmenso.
Oohhh !!!Dulces días de la infancia. Navidades compartidas y llenas de ilusión
Y brindamos porque haya muchísimas que celebrar con ilusión!!! Abrazo, sister.
Es cierto , la Navidad es especial sobre todo cuando hay niños y niños creciditos, ellos hacen que te guste aunque no te gusten estos días.
Son días en los que se nota especialmente las ausencias de los seres queridos , en mi caso esto me pasa la tarde de Noche Buena, pero luego como te reúnes con tu clan , la pena se mitiga y los niños, en mi caso adolescentes te alegran la velada.
Elena, es que esta nochebuena para vosotros ha sido difícil.Yo también recuerdo a tu mami. Abrazo inmenso.
No había leído esta entrada, Mercedes. Me parece una entrada emocionante, llena de amor y verdad, de intuición y de conocimiento. Durante la infancia, e incluso la adolescencia, de Sarah la Navidad, en casa, ha sido y es, siempre, la gran fiesta, la magia, la luz, el amor, los detalles, los recuerdos, las sorpresas, la música, los villancicos, las películas de todas nuestras Navidades, los agradecimientos, los momentos íntimos de reflexión… Todo eso, a lo largo de estos fascinantes 22 años ha tejido la estructura emocional necesaria, sólida y auténtica, desde la que la niña que permanece en mi hija puede trepar, año tras año, hacia la felicidad. Exactamente lo qye nos explicas y ,yo, te lo agradezco de ♥, Mercedes!!
A mí leer a Bruno Bettelheim embarazada de Isabel( ahora 22 años) me reconcilió con la Navidad, y volví a disfrutarla como cuando niña. Un besazo.
Me ha gustado mucho esta entrada. Se que hace ya un tiempo que fue publicada, pero me animo a escribir pues necesito la referencia de Stefe Pedersen para un taller que estoy organizando. Si fueras tan amable de responder mi solicitud, pues he buscado información sobre Pedersen y no logro conseguir nada. muchas gracias, Ileana
Me alegro te guste, realmente la historia de Stefe Pedersen la encontré en el libro de «No hay Padres Perfectos» de Bruno Bettelheim que mi madre me regaló cuando estaba embarazada de mi hija mayor. Creo que está descatalogado, pero me han comentado que hay un servicio en las Bibliotecas Públicas que te lo bajan a tu libro electrónico. Siento no poder ayudarte más. Un saludo.